La inauguración de los Panamericanos ha sido como vernos colectivamente frente a un espejo y emocionarnos por ello. No por una victoria, sino simplemente por vernos. Se trató de un espectáculo pensado en cada concepto y detalle, expresados con mezcla de magia y alta tecnología. Nada dejado a la improvisación. Desde la apertura con el poema “El Perú”, de Marco Martos, recitado (o proyectado) en nuestras 48 lenguas originarias, además del español. Dando el mensaje de comunidad en nuestra diversidad, a través de esos versos aprendidos por la mayoría de peruanos en las escuelas. O la exhibición no de una, sino de cinco estilos de marinera, de costa, sierra y selva, cerrando todas juntas. Y detalles como el pago a la tierra o los tejidos hilados con telar de cintura, trasladados a las laderas del Pariacaca, en reconocimiento a la cultura andina ancestral. 

Luego, sobre el mismo apu, el rostro y figura de Chabuca Granda, apareciendo para cantar a dúo con un Juan Diego Flórez magistral. El diálogo entre tradición y modernidad también expresado en las interpretaciones del violín eléctrico de Pauchi Sasaki. Esa idea de transmitir unión y comunidad lo señalaría precisamente Sasaki, quien presentó su propia versión del himno nacional: “Quiero que cuando el himno se cante se sienta diferente. Busqué que sea inclusivo, expansivo, más luminoso” (EC, 27/07/2019). 

La propuesta integradora también se hizo evidente en la selección musical que acompañó el paso de las delegaciones. Unas 80 canciones coreadas por un público entregado. Buena parte de ellas, con sonidos chicha, como chichas los colores de los letreros de cada delegación. Ese estilo que hasta hace no muchos años no tenía cabida en fiestas “de nivel”. La delegación peruana entrando al ritmo de "Cariñito" levantó el Estadio Nacional. 

Estos y otros detalles muestran el alto profesionalismo, desde la investigación y desarrollo conceptual hasta la ejecución. Muy lejos de previsibles representaciones folclóricas. Ello es resultado de un trabajo conjunto de cientos de artistas y expertos, los mejores en el medio, bajo la batuta del mexicano Francisco Negrín.

La diversidad recreada y expresada en una sintonía de talentos también nos entrega otro mensaje: nos es posible ser eficientes. Rompimos con el fatalismo de la informalidad. El “sí se puede” contestó a quienes, incluso, reclamaban la cancelación de estos Juegos dos años atrás. También lo hicimos, ciertamente, las y los ciudadanos que aceptamos los minutos adicionales del endemoniado tráfico, acatando el “pico y placa”.

Y cómo no seguir la emoción hasta la mañana siguiente, cuando Gladys Tejeda y Christian Pacheco ganaron las carreras de Maratón, batiendo ambos récords Panamericanos.

Gladys Tejeda

Christian Pacheco

La maratón es la competencia más especial de Juegos como las propias Olimpíadas. Aparte de su mítico origen, resulta tan extenuante que sólo llegar venciendo el propio agotamiento es aplaudido.

Ambos deportistas provienen de Junín y sus resultados son efecto, además del notable esfuerzo personal, de una política que ha empezado a atender y promover los beneficios de nuestra diversidad en el deporte (aunque todavía falte mucho por mejorar).

Pero los triunfos de Tejeda y Pacheco van mucho más allá de lo deportivo. Ambos debieron remontar una suma de adversidades y situaciones de discriminación. Cuando Gladys Tejeda e Inés Melchor fueron reclamadas y finalmente aparecieron en portadas de revistas de Lima y comerciales de marcas contribuyeron a hacer de nuestra (prejuiciosa) sociedad un poquito mejor. 

Asimismo, además de medallas, equipos como el de surf, chicos y chicas de diversos lugares de la costa peruana, de distintos orígenes sociales, nos muestran un esfuerzo por, primero, construir un colectivo unido en búsqueda no sólo de triunfos, sino de compartir una misma pasión. Un colectivo que ha dejado de ser sólo de “limeñitos”, en parte gracias a la iniciativa gerencial, con una política de becas y apoyos materiales.  

Daniella Rosas

Finalmente, los Panamericanos nos han permitido valorar un poco más la importancia de un Estado menos “mínimo”, más enfocado en el desarrollo humano. Interesante que voces como el periodista Eddie Fleischmann hayan salido a pronunciarse contra las críticas de los opositores del gobierno, contrarios al dinero que habría supuesto la organización de estos juegos. “En el colmo de la ignorancia lo llaman gasto. No, es inversión en el ser humano” (5/08).

En suma, aunque los retos de nuestro de país están ahí y siguen siendo importantes, los Panamericanos nos vienen dejando un mensaje de comunidad posible en nuestra diversidad. No “a pesar”, sino como un bien “virtuoso” al que celebrar. Que siga la fiesta.


(Fotos: Flickr Panamericanos 2019 y Andina)